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Historias Anónimas

Pilar

Cuando tenía 17 años, conocí a un chico en el cumpleaños de una amiga. Los tres primeros meses fueron bastante bien, pero después empezó a alejarme de mis amigas y de mi familia y solo podía salir si él me daba permiso. Me ponía horarios y me decía ‘hoy nos juntamos de 4.30 a 6.30, yo luego me voy con mis amigos y tú te vas a casa'»y eso para mi era parte del pololeo, pensaba que era porque me cuidaba. Durante los primeros meses de los dos años que duró mi relación y veía esos comportamientos como algo normal: «En la adolescencia tenemos el concepto del amor bastante equivocado, nos creemos que porque sea celoso nos quiere más. Yo pensaba ‘es mi pololo y como me quiere mucho, me quiere solo para él».

En ese momento, no me identificaba como una mujer maltratada porque mi pololo nunca le había pegado, pero sí confieso que tenía miedo a sus reacciones: «Yo salía a las cinco y media del colegio y sabía que tenía que irme corriendo porque si en 35 minutos no estaba en mi casa, me esperaba una discusión». Durante esos meses me dijo tantas veces que no valía para nada, que al final acabe creyéndomelo. Deje de salir con mis amigas y mis notas bajaron demasiado. «Hay chicas que piensan que sus parejas no son maltratadores porque nunca les han puesto la mano encima. Pero el maltrato psicológico es mucho peor porque te destruye por dentro sin que te des cuenta. No solo hay violencia física, también hay una violencia sexual. Si no te quieres acostar con él porque no tienes ganas, al final lo acabas haciendo porque si no se enoja».

Mi mami fue viendo cómo poco a poco iba cambiando. «Me notaba rara, todos los días me veía llorando. No me podía decir nada porque mi carácter era horrible, pero ella veía que yo no era yo, que yo no era feliz.». Cuando sus amigas le decían que mi ex no me trataba bien, discutía con ella por defenderle y a mi mama el no le gustaba. «Yo recomiendo a las chicas que ven que su amiga está siendo víctima de maltrato que no la dejen nunca sola y no pierdan la relación con ella. Si se enoja, que lo aguanten porque cuando ella consiga romper con él y salir, se lo va a agradecer», porque yo me quede sola…

Contárselo a mi mama fue el primer paso para salir de la relación. Los insultos y las humillaciones me habían destruido psicológicamente y tuve que ir durante varias semanas al psicólogo hasta que pude dar el paso y terminar con el: «Fue un proceso largo. Decidí irme de vacaciones con mi familia al sur cuando llegó el verano. Un día salí de carrete allí con mi primo y me dijo que le «pinchara» cuando llegara. Regresé a las 4.30 de la mañana y le dí el toque. Cuando se levantó y lo vio me dijo que ‘qué hacía yo llegando a esas horas a la casa y si me habia acostado con algun weon’ y me dijo ‘ahora mismo recoge tus weas y le dices a tus papas que te vienes donde mi’. Ese día le dije que ‘no’, que no solo no iba a volver, sino que además iba a quedarme una semana más». Ante el desafío, él se enojo mas que nunca, me insultó tratandome de la peor forma que pueden imaginar y a la hora volvió a llamarme llorando arrepentido y con la promesa de que no volvería a pasar, pero ya era demasiado tarde, ya había decidido que quería volver a ser libre.

Ahora tengo 20 años y me doy cuenta de mis errores y me sirven para ayudar a otras amigas que estan pasando por lo que vivi. «Yo lo que aconsejo a las amigas de una víctima es que nunca la dejen sola, aunque ella se lo pida, que nunca la dejen sola».